"Pantallas Blandas" | Mariana Najmanovich
“Pantallas Blandas” de Mariana Najmanovich
Curatoría: Enrique Rivera e Irina Karamanos
Sala Principal
Exhibición desde el 17 de enero al 27 de marzo 2024
Inauguración: Miércoles 17 de enero | 18:30 hrs. | Entrada liberada
Galería Aninat se complace en presentar la exhibición “Pantallas Blandas” de Mariana Najmanovich, quien en los últimos años ha realizado proyectos y exhibiciones individuales en el Museo de la Solidaridad, el Museo Nacional de Bellas Artes y Metales Pesados Visual.
Artista multidisciplinaria, Mariana investiga el uso de diferentes materialidades para desarrollar sus trabajos. Su cuerpo de obra reúne pintura, instalaciones y videos. En “Pantallas Blandas” nos invita a reflexionar sobre la irrupción de la tecnología, la robótica y la inteligencia artificial en la vida contemporánea.
Mariana utiliza imágenes de archivo y la sobre posición de imágenes en la composición de sus trabajos. En ellos utiliza pinturas al óleo y diferentes elementos como silicona, texturas y reproducciones de objetos en escalas diversas, y actualmente está trabajando con generadores de imágenes que utilizan la IA para hacer partes de sus escenas que luego traslada a la pintura. Las piezas concluyen, en algunas ocasiones, en objetos tridimensionales compuestos por pinturas insertadas en pieles de silicona, invitando al espectador a descubrir narraciones complejas impregnadas de particularidades psicológicas.
La barbarie es frecuente en su obra, ha explorado los horrores de Colonia Dignidad y la Guerra, y en esta nueva línea de investigación se centra en los alcances de la tecnología aplicada a la corporalidad humana: desde las prótesis usadas en las víctimas de las guerras, pasando por las muñecas sexuales, hasta la inteligencia artificial y la robótica.
“Entre los años 2019 y 2021 recolecté una serie de objetos elaborados con silicona y otros materiales similares que simulan ser partes del cuerpo humano (senos, dedos, narices, lenguas, orejas, calcetines y guantes de silicona rosada entre otros)”, comenta Mariana.
“Pantallas Blandas”, exposición individual de Mariana Najmanovich que comienza el 17 de enero hasta el 27 de marzo, nos presenta una serie que no nos deja indiferentes, en donde la deshumanización, producto de las tecnologías, es un contenido transversal a los relatos tras cada obra, intrigando, y a ratos perturbando al espectador, interpelándonos sobre nuestra propia relación con la acelerada digitalización de nuestras vidas.
En palabras de la artista: “la serie está compuesta por obras que toman como punto de partida la referencia de muñecas sexuales con I.A., en donde aparece la idea de la piel y su representación mediante silicona, como elemento que imita, pero a su vez perfecciona los rasgos de su modelo, para así omitir la vulnerabilidad propia de la condición humana.”
Pantallas blandas
¿Dónde está el apocalipsis?
Imágenes inhóspitas que nos llevan a un lugar donde la memoria se rasga. Porque Najmanovich investiga la tortura desde la fría camilla quirúrgica del arte, revelando el punto ciego de una vida segura, enfrentándonos a la posibilidad de lo perverso. ¿Por qué nos hace esto?, ¿Por qué mostrar lo que mantenemos en la lejanía?, ¿Nos quiere mostrar algo que es parte de la humanidad?, ¿Para qué?, ¿De qué sirve?
El arte no existe para funcionar, para servirnos la realidad en una bandeja. El arte nos obliga a mirar lo que mantenemos oculto en el invisible inconsciente colectivo, porque podría ser importante lo que existe detrás de la moral, porque podría rajar, desde el leve rasguño, la membrana que interponemos entre nuestro ser y la realidad, y de esta forma complementar nuestro sistema de sentidos, ese que nos armamos para ser funcionales.
Pero entonces, ¿para qué?
Mejor al revés, en un contexto global, hiperinformado y de saturación visual, lo que ocurre a nuestro alcance o fuera de él, se convierte en una especie de ruido blanco, donde nuestra capacidad para asimilar la saturación del entorno parece imposible. Intervenir en el mundo es agregar nueva información, nuevos datos que se unen a este ruido blanco, y la utopía por salvar a alguien, o al mundo mismo, debe ser reimaginada con otros parámetros. En una sociedad sumergida en textos e imágenes fijas y en movimiento, imaginar el silencio está fuera de las obligaciones morales del día a día, y es una ventana que puede salvarnos por no mirar con más detención ese mundo que corre en paralelo, que ocurre, que imperceptiblemente nos afecta, sintética y orgánicamente, y en algún rincón de nuestras preguntas más oscuras, nos obliga a cuestionar sobre lo que seríamos capaces de soportar y hacer a otros seres vivos.
Aquí es donde esas preguntas oscuras no son blandas, porque somos un conjunto interconectado, somos un sistema interdependiente, ¿qué parte de la cadena de poder sobre la vida de otros somos?, ¿Qué rol ocupamos en nuestros pequeños circuitos de impacto?, ¿Qué responsabilidad tenemos al impactar en la vida de cualquier otro humano?
Ese impacto ¿Es control?, ¿Es manipulación?, ¿Solo somos observadores de los horrores lejanos hasta que son cercanos?, ¿Cuán alejado está el terror?, ¿Dejan de ser humanos quienes provocan este terror?
Volvemos a la pantalla porque nos resguarda. Nos ponen a una distancia blanda entre yo y lo que me muestran. Veo acontecer y decido si me afecta. Puedo ser inmutable, es lo que espero de mí mismo. Pero, ¿hasta qué punto? ¿Qué logra afectar en nosotros?, ¿Podemos apagar las pantallas y con ello borrar lo experimentado con estas?, ¿Desaparece lo imaginado de nuestra memoria celular?, ¿Dónde quedan esos residuos del espanto?, de los videos de guerra, de saber que existe la tortura, la muerte y la degradación de lo humano.
La ficción los reproduce, los rumea, los remastica, los extiende, los distorsiona, los estira, los muestra en colores, nos presta herramientas para moldearlos. Siempre en control. ¿Siempre en control? Si quieren, la pantalla blanda de Mariana, es una breve epifanía de realidades sintéticas, de todo lo que queda en las ranuras de nuestra higiene mental. La cosa es que, el subconsciente no borra nada, solo lo guarda de diferentes maneras. De qué manera guardamos nosotros esa cera, esa resina que desborda la planicie limpia de lo que sí queremos pensar, esas sustancias humanas para las cuales no encontramos el perfecto producto removedor de su grasa.
Es una suerte, el arte de Najmanovich no demoniza el residuo, ni siquiera nos obliga a adoptarlo, simplemente nos lo presenta y nos expone a nuestra propia reacción. Nos invita a liberar los márgenes morales preestablecidos, a sacarnos la camisa de fuerza con que nos controlamos para no pensar en cuanto controlamos a otros, ¿quién?, ¿yo?, bueno, sí, el ser humano, así que sí, también yo. Cada yo en esta sala está aplacando algún desborde y conteniendo alguna conducta propia o de otros. Ya que no sabemos donde queda lo que reprimimos, escondido dentro de cada silueta del cuerpo, aquí hay unos carteles blandos para recordar el hilo de la perversión siempre posible, siempre potencial, que se desbarata en la realidad, en lugares virtuales, reales, lejanos, muy lejanos. Mariana nos señala la posibilidad de tomar este hilo entre nuestros dedos, entre nuestros ojos, nos demanda un magnetismo absoluto, una concentración hipnótica, una mirada no dividida, una conciencia no compartimentada, un trance subconsciente, no higiénico. El hilo está, es fácil esquivarlo, si entrecerramos los ojos, se pone borroso; sin embargo, aunque los cerramos por completo, el hilo sigue ahí, lo sabemos. Esa es la gracia, salir de aquí es ya haber visto el hilo, saber si lo quisimos ver, blando, borroso o sintético.
Las imágenes volverán a nosotros en momentos inesperados, como relámpagos que se graban en la superficie de nuestra memoria, y nos harán reflexionar. La apariencia de los cuerpos de Mariana es parecida a la manipulación de la piel antropomorfa de sus seres creados con inteligencia artificial, es parecida a la contorsión de pedazos de cuerpos, es parecida a la compartimentación de nuestra memoria, de nuestro control sobre dónde guardamos las cosas, y de cuan nuestras son las perversiones de otros. Siempre son otros, aunque seamos todos en potencia, solo por ser humanos resguardados en la apariencia de la convención.
*¿La pantalla a través de la cual se nos convida blandamente la perversión humana, es probablemente blanda por estar parados en una galería, su distorsión nos choca o nos salva de pensarlas reales? ¿Por qué eso sería un alivio? Porque nos mantendría en la calma de no mirarlas como si fueran reales. La artista nos obliga a mirar, pero si queremos: es sintético, o si queremos: es ético.*
Irina Karamanos y Enrique Rivera (curadores)
Mariana Najmanovich Sirota (1983, Buenos Aires, Argentina), vive y trabaja en Santiago de Chile. Luego de estudiar Artes Plásticas con mención en Pintura en la Universidad Finis Terrae de Chile, Mariana realizó un Máster en Creación Artística en la Universidad de Barcelona. Ha expuesto su trabajo en distintas galerías y museos, como Museo de Artes Visuales MAVI-UC, M100, Museo de la Solidaridad, MAC y Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile; Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Museo de América en Madrid, Sobering Gallery en París y la Tyler Art Gallery de la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY). En su obra utiliza la fotografía como antecedente documental, elaborando imágenes que deforman y manipulan las escenas a través de distintas estrategias pictóricas. Los trabajos que construye reflexionan sobre la distorsión psicológica del ser humano en distintos contextos ligados a la violencia.