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LO INCONMENSURABLE EN LA OBRA DE PEDRO TYLER

Vista de la exposición "Falla perimetral", de Pedro Tyler, en Galería del Paseo, Lima, 2024. Foto: Héctor Delgado

Pedro Tyler (Uruguay, 1975) es un escultor que manipula objetos cotidianos— reglas, balas, bombillas, monedas—, que luego rompe, dobla, derrite o simplemente reorganiza para revelar las tensiones entre lo medible y lo inconmensurable. Su obra, atravesada por una dimensionalidad que va de lo espiritual a lo sociopolítico, cuestiona las contradicciones inherentes en nuestra comprensión de la realidad y lo tangible.

Procedente de una familia numerosa, su infancia frente al mar marcó profundamente su forma de entender y experimentar el espacio. Las playas desiertas, los jardines y las azoteas de Punta del Este fueron los escenarios de sus juegos infantiles. Siendo su madre contraria a las armas de juguete, solía entrar sigilosamente al taller de su padre para construir espadas y pistolas de madera.

Esta experiencia temprana cultivó en él una profunda fascinación por la capacidad de una herramienta para convertirse en arma y viceversa. De manera más amplia, podría decirse que la posibilidad de utilizar un objeto para fines distintos a los que fue diseñado originalmente es lo que ha influido de manera crucial en su trayectoria como artista.

A los 21 años, Pedro Tyler emigra a Chile para estudiar arte, motivado por el deseo de conectar con la tierra de su madre y reflexionar sobre temas personales como la enfermedad de un hermano, las distancias familiares y las ausencias.

Un día, mientras revisaba textos filosóficos, encontró una frase de Galileo que marcó un punto de inflexión en su obra: ‘Mide lo que puedas medir, y lo que no, hazlo medible’. Esta idea inspiró una serie de trabajos en los que las reglas y cintas métricas se transformaron en metáforas de aquello imposible de cuantificar.

Comenzó a seccionar las reglas y, posteriormente, a conectarlas entre sí, creando estructuras que reflejan la complejidad de los sistemas que intentamos comprender. Esto le permitió examinar cómo lo medible puede revelar limitaciones y aspectos ocultos, poniendo en evidencia la profundidad y la complejidad de lo que parece inalcanzable.

Vista de la exposición Falla perimetral, de Pedro Tyler, en Galería del Paseo, Lima, 2024. Foto: Héctor Delgado

La ciencia funciona

Esta digresión al pasado, este relato biográfico, sirve de contexto para dialogar con el artista sobre su trayectoria en el marco de su actual exposición en la Galería del Paseo, en Lima. Titulada Falla Perimetral, la muestra reúne una serie de obras que profundizan en sus exploraciones filosóficas, espirituales y metafísicas relacionadas con la noción de lo medible. Aunque las reglas y las mediciones son elementos recurrentes en las obras de Tyler, es más bien lo inconmensurable la verdadera constante en su reflexión artística.

Alejandra Villasmil: Las reglas han sido históricamente herramientas de orden y control. En un contexto actual marcado por convulsiones geopolíticas y transformaciones tecnológicas, como la proliferación de fake news y el avance de la inteligencia artificial, las normas y estructuras tradicionales de medición están siendo cuestionadas. ¿Cómo se vinculan o insertan tus obras en esta realidad en constante cambio, donde las estructuras del orden parecen tambalear?

Pedro Tyler: Mmmm… por más que mi trabajo tiene que ver con sacudir las “medidas”, para mí una regla sigue sirviendo. Parafraseando a R. Dawkins: “la ciencia funciona”. Los aviones vuelan, los trasplantes de órganos salvan vidas. Específicamente, las IA no se basan en otra cosa que en números. Lo que siempre está cambiando es nuestra manera de interpretar la “realidad”.

Si bien ahora tenemos más instrumentos para descifrarla, seguimos siendo primates. Los temas de mis obras, mis preocupaciones son similares a las que podía tener un ser humano hace cien o dos mil años atrás y, por eso mismo, igual de actuales, aunque puede que no sean los temas que están de moda.

La violencia aparece ocasionalmente en la obra de Tyler. En su pieza temprana Pandora (2009), utilizó nueve cuchillos hechos de reglas de acero para delinear un cubo en perspectiva. La obra, inspirada en la caja de Pandora de la mitología griega, utiliza un objeto asociado con la violencia para reflejar su significado. Presentada por primera vez en Colombia, un país marcado por conflictos internos, la metáfora de la caja se enriquece al mostrarla de manera tal que no se puede discernir si está cerrada o abierta, sugiriendo que la esperanza persiste a pesar de la violencia.

Pedro Tyler, Fe, 2024, reglas de acrílico termo moldeadas, 118 x 95 x 3 cm. Foto: Héctor Delgado

Rejas inútiles

En Munición Viva, Tyler explora el dibujo con materiales «ajenos» al arte, utilizando la punta de plomo de balas como lápiz. Este método le permite combinar la fascinación infantil por las armas, la inocencia de los juegos y la violencia subyacente de estos. Al contrastar la peligrosidad de las balas con dibujos sencillos de niños jugando, la obra ofrece una reflexión compleja sobre la violencia y la ingenuidad.

AV: En estos trabajos anteriores y algunas de las piezas expuestas en Falla Perimetral se percibe una dimensión política latente en tu obra. En particular, en la Galería del Paseo las esculturas Fe, Tutor, Cielito y Promesa evocan rejas de seguridad. ¿Podrías comentarnos sobre estas obras?

PT: En estas últimas obras utilizo reglas de plástico que, mediante calor, voy moldeando como si fueran vidrio soplado o metal forjado. Las diferentes rejas que he encontrado caminando por Montevideo, Lima y Santiago de Chile son la inspiración para las formas de estas obras.

Fe y Cielito son dos rejas que, al disponerse sobre la pared, generan la idea de una ventana ciega o una abertura tapiada. Estas rejas inútiles en casas clausuradas son una imagen muy común en nuestras ciudades. Pero, una vez que esta reja pierde su utilidad, gana presencia en cuanto a su estética. Juego con los títulos como una metáfora de lo que puede haber en las formas y conceptos de los materiales.

Promesa es una cadena hecha con reglas negras con algunos de sus eslabones rotos. ¿Cuántas veces en la historia se ha prometido liberar a las personas una vez que se rompan todas las cadenas?

Pedro Tyler, Esto no es un juego, 2021, video digital, 5 min. 58 seg. Cortesía del artista

Esto no es un juego

En 2021, Tyler presentó la exposición Le voy a contar todo a Dios en el Centro Cultural Montecarmelo (Santiago), donde investiga la relación entre la infancia y la violencia armada a través del juego, o la sutil frontera entre lo lúdico y lo peligroso. Las obras reflexionaban sobre el impacto persistente de la violencia en la infancia y cómo los juegos, tanto en contextos de guerra como de paz, pueden ser formas de resistencia y expresión de vulnerabilidad. Entre los trabajos presentados, destaca Esto no es un juego, un video en el que dos niños juegan con bolitas de plomo fabricadas a partir de balas y soldaditos de plomo martillados.

AV: He leído que para ti “jugar es una manera de aprender”. En tu obra, el juego ocupa un lugar central para comprender la violencia y el aprendizaje. En Ratatatá, por ejemplo, usas una matraca con imágenes de figuras históricas y políticas para invocar una reflexión sobre la inocencia y la ideología. De manera más amplia, ¿cómo consideras que el juego como concepto y práctica contribuye a la reflexión sobre la violencia y el aprendizaje?

PT: De niños, lo único que queremos hacer es jugar. Muchos juegos de la infancia tienen un componente agresivo, ya sea por la naturaleza del juego en sí —como jugar a policías y ladrones— o por las peleas que surgen entre niños por una pelota o una muñeca. A través del juego, los niños aprenden a interactuar y a usar su imaginación.

Ahora que acaban de terminar los Juegos Olímpicos, un evento que se asocia con la paz, es interesante recordar que, originalmente, todas las competencias tenían su origen en destrezas o en la preparación del cuerpo para el combate. A diferencia del mundo antiguo, hoy las guerras no se detienen durante la olimpiada.

Resistir siempre es una acción que he realizado en distintos lugares del mundo: una ex cárcel en Montevideo, la Plaza de Armas de Santiago, o cerca de la Puerta de Damasco en Jerusalén. En ella, juego con una cinta flexible de metal, similar a la cinta de gimnasia artística femenina. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y acelero el ritmo, la cinta de medir se convierte en un látigo, y con cada estallido se va despedazando, hasta que no queda cinta con la que jugar.

Pedro Tyler, Dulce compañía, 2011, reglas de madera articuladas, luces y motores eléctricos, 800 x 600 x 100 cm. Cortesía del artista

Pedro Tyler, Noches Difíciles, 2011, fotografía (en caja de luz). Cortesía del artista

La ausencia de un cuerpo

En 2011, en la Sala CCU de Santiago, Tyler presentó Proyecto Desvelo, una muestra compuesta por dos conjuntos de obras. La primera, Dulce Compañía, era una instalación conformada por camas de tamaño natural, aparentemente frágiles e inestables. Cada cama estaba meticulosamente construida con reglas plegables de madera entrelazadas, cuyas formas curvadas sugerían la ausencia de un cuerpo.

La instalación se completaba con fotografías en cajas de luz (Noches Difíciles) que mostraban las camas integradas individualmente en el paisaje natural y urbano, creando una tensión entre la vastedad del entorno exterior y la intimidad simbolizada por el objeto. La cama, lugar de descanso del cuerpo, de enfermedad, de pasión y de muerte, convertida en lugar de incertidumbre.

Por esa misma época, Tyler realizaba esculturas con reglas de madera cuyos títulos ofrecían pistas sobre lo representado: Marea Alta (2010), El gran ecualizador (2011), y Desvío (2011), esta última configurando un mapa de América. Estas exploraciones fueron depurándose hasta alcanzar la paradoja entre el uso práctico de las reglas y la dimensión abstracta que Tyler buscaba transmitir. El artista comienza entonces a trastocar las nociones de medición y regla -imponer normas o alcanzar conclusiones prácticas- para transformarlas en catalizadores de lo intangible y lo espiritual.

Tyler ha señalado que no busca «medir nada», sino trabajar con lo inmedible e irracional, utilizando estos objetos como una manera de, más bien, “medir la nada”. Esta aparente contradicción, donde objetos inicialmente funcionales se convierten en vehículos para explorar lo intangible, refleja su interés en profundizar en la experiencia espiritual y emocional a través del arte.

Vista de la exposición Falla perimetral, de Pedro Tyler, en Galería del Paseo, Lima, 2024. Foto: Héctor Delgado

Pedro Tyler, Cielito, 2024, reglas de acrílico termo moldeadas, 50 x 60 x 4 cm. Foto: Héctor Delgado

El error de la fisura

Otro ejercicio que el artista desarrolla es quebrar las reglas de madera para generar fisuras y astilladuras. En la exposición en Galería del Paseo, Tyler coloca el “error de la fisura” al centro de sus construcciones. Estas fallas y accidentes -nos sugiere- pueden convertirse en metodologías de creación. El artista se cuestiona sobre el espacio que emerge a partir del error, un accidente silencioso.

Ocho obras instaladas en la segunda planta se inspiran en la suite Los Planetas (1914-1916) del compositor británico Gustav Holst. Con títulos como Olvido, Serenidad, Juicio y El rapto (2024), estas piezas evocan estados emocionales, psicológicos o espirituales que trascienden lo puramente físico o material. Por ejemplo, El rapto podría interpretarse como un momento de pérdida o transformación abrupta, un estado de transición o cambio radical.

Cada círculo (o planeta) en el conjunto de obras de Tyler está fracturado, presentando las «fallas perimetrales» a las que alude el título de la exposición. Estas fracturas sugieren que incluso las estructuras más sólidas y regulares —como un círculo, que es una figura geométricamente perfecta— pueden contener rupturas o fallos.

En este sentido, para Tyler, la perfección es una ilusión: la fragilidad y la imperfección son partes integrales de la existencia. Los vacíos creados por las fisuras y los bordes irregulares bien podrían representar paisajes planetarios, espacios liminales, y transiciones entre diferentes estados o dimensiones. Al igual que Neptuno, el místico de Holst, que evoca lo desconocido y lo infinito, estos bordes irregulares son lugares de posibilidad, misterio y potencial.

AV: Pedro, mencionas que toda regla es más perfecta cuanto menor es su margen de error, pero que este margen siempre está presente, y que encuentras fascinante abordar artísticamente esta idea de lo «negativo» como algo valioso. Errar es humano ¿Cómo incorporas el concepto de error y rotura en tu proceso creativo?

PT: Siempre me ha gustado romper cosas y observar lo que la gente desecha en la calle. Desde pequeños, mis hermanos y yo teníamos la costumbre de construir un carro con las ruedas de una bicicleta vieja. En el taller, entender los procesos de fabricación de una obra es muy importante para mí. Aprendo equivocándome, cometiendo errores y enfrentando accidentes.

Experimento constantemente con las capacidades de los materiales, y muchas veces el error en una obra puede ser la solución para otra. Por ejemplo, durante más de diez años guardé unas reglas oxidadas de una escultura que estuvo dos meses frente al mar. Hace dos años, utilicé ese óxido para crear una serie de obras que fueron expuestas en la Galería del Paseo, en Uruguay.

Vista de la exposición Falla perimetral, de Pedro Tyler, en Galería del Paseo, Lima, 2024. Foto: Héctor Delgado

Pedro Tyler, El Rapto, 2024, ensamblaje de reglas de madera, 52.5 x 52.5 x 3 cm. Foto: Héctor Delgado

Artefactos arcaicos

Un aspecto interesante es la tensión que las obras de Tyler generan entre la regla como herramienta artesanal y analógica, y las nuevas tecnologías de la metrología. ¿Qué uso damos hoy, en la era de la inteligencia artificial, la nanotecnología y los láser tracker, al artefacto arcaico regla métrica? El artista la recupera, la destroza y la vuelve a ensamblar con su propio idioma, uno ya distintivo.

Utilizando fuerza, presión, torsión, calor dirigido y otros procesos manuales donde la ‘digitalidad’—es decir, lo hecho con los dedos—opera libremente, Tyler reconfigura las reglas, que fueron creadas para medir con exactitud y precisión. Al intervenirlas, desordena el orden establecido e introduce el caos en la linealidad del espacio.

En otras palabras, algo tan pedestre y material como las reglas, en manos de Tyler, desestabiliza nuestra percepción de lo que se puede medir y lo que no: lo anímico, lo mental, lo emocional, lo incorpóreo, lo impalpable.

AV: Las herramientas de medición tienen limitaciones para captar la totalidad de la experiencia humana. En este contexto, no es posible estimar una medida de los sentimientos humanos, como los temores, las alegrías o el amor. Estos aspectos emocionales y subjetivos coexisten con la racionalidad, el equilibrio y la razón. ¿Qué papel juegan las emociones en tu obra?

PT: Las emociones son una parte imprescindible para mí; muchas veces, constituyen la faceta más intuitiva de la investigación. Sin embargo, creo que siempre busco generar una ligera sensación de incomodidad junto con un placer estético. Además, en cada obra hay un contrapeso entre emoción y concepto.

Vista de la exposición Falla perimetral, de Pedro Tyler, en Galería del Paseo, Lima, 2024. Foto: Héctor Delgado

La inconsistencia del equilibrio

Tyler utiliza la regla como una metáfora para explorar la tensión entre el orden racional y la inestabilidad emocional. A través de su obra, cuestiona la capacidad de la lógica y la medición para abarcar la complejidad de la experiencia humana, revelando las discordancias que surgen de esta interacción. Es en esta intersección entre la precisión y el caos donde se manifiestan nuevas formas de belleza.

Para Tyler, la belleza no es una cualidad inherente de los objetos, sino una experiencia subjetiva que se revela a través de nuestra interacción con ellos. “Creo que la belleza de una obra tiene que ver con nuestra manera de conocerla, y ese conocimiento acarrea una sensación placentera relacionada al entender. Entender y disfrutar cómo sus componentes interactúan unos con otros y sus mecanismos de sustentación”.

La belleza se convierte en el equilibrio dinámico y frágil de una estructura, en cómo los elementos se complementan y revelan sus mecanismos internos. La fascinación de Tyler por esta idea radica en la inconsistencia del equilibrio, donde fuerzas opuestas generan una inmovilidad activa.

“Me agrada que siempre haya algo que no entienda. La luz de la vela, al no ser constante, agranda las sombras y densifica el espacio en la penumbra. Me gusta alterar las cosas porque sé que no son definitivas, y así aprehenderlas de otra manera. La foto en la que aparece la cámara que la sacó es la perfecta simetría que no puedo lograr frente a un espejo. Las jaulas, porque son espacios difíciles de penetrar y de los que tal vez no se quiera salir. Me gusta el arte que, al dejarlo, me hace sentir que pierdo algo. Sentir el viento, el sol, el frío y el dolor de una herida me hace sentir que estoy en un lugar. El vidrio y las transparencias porque seccionan el espacio mientras todo lo demás lo ocupa, y lo que lo ocupa, lo completa. Por lo mismo, me gusta pensar en los momentos en que creo aprender y avanzar, pero más que nada, me gusta pensar porque creo no entender”.

Pedro Tyler: Falla perimetral, se podrá ver hasta el 31 de agosto en Galería del Paseo, Calle General Borgoño 770, Miraflores, Lima.

Visita guiada con el artista: 27 de agosto, 6 pm.

Texto curatorial: Paco Barragán.


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